Desarrollando el amor propio
Hoy más que nunca se escucha por todos lados las palabras: «ansiedad y depresión» cuando antes no eran tan comunes, hoy las heridas emocionales pareciera que están teniendo tanto protagonismo, es esencial aprender a amarnos, conforme a la imagen que Dios tiene de nosotros. Este amor propio, cuando está arraigado en Cristo, no solo nos sana, sino que también nos fortalece para no caer de nuevo en los mismos errores o situaciones del pasado.
Desarrollar amor propio no es sinónimo de ser egoísta ni superficial; es un reconocimiento de nuestro valor ante los ojos de Dios. Efesios 2:4-5 nos dice, «Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo». Este pasaje subraya la magnitud del amor que Dios tiene por nosotros, un amor que nos levanta de nuestra desesperanza y nos da una nueva vida en Cristo Jesús.
Parte de amarnos a nosotros mismos es aprender de nuestras experiencias pasadas. Filipenses 3:13-14 nos aconseja, «Hermanos, yo mismo no pretendo haberlo ya alcanzado; pero una cosa hago: olvidando ciertamente lo que queda atrás, y extendiéndome a lo que está delante, prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús». Este versículo no solo nos invita a dejar atrás el dolor que inequívocamente todos experimentaremos en algún momento, sino también a usarlo como un impulso para crecer y acercarnos más a Dios.
Aprender a amar adecuadamente implica establecer límites que protejan nuestra integridad espiritual y emocional. En Proverbios 4:23, se nos instruye, «Sobre toda cosa guardada, guarda tu corazón; porque de él mana la vida». Guardar nuestro corazón no significa cerrarlo a toda situación ni a todas las personas, sino protegerlo sabiamente de influencias y relaciones que nos puedan dañar y dejar una secuela permanente.
El amor propio que nuestro Señor desea para cada uno de nosotros es aquel que nos empodera para avanzar sin mirar atrás. En lugar de contemplar a las situaciones que nos causaron dolor en algún momento, Cristo nos equipa con la sabiduría, la fuerza y la dignidad para seguir adelante hacia lo que Él tiene preparado para nosotros, hacia su propósito eterno. Recordemos siempre que nuestro valor y nuestra capacidad de amar provienen de nuestra identidad en Jesús y es en Él donde encontramos la verdadera libertad de nuestros pasados tortuosos.
Recuerda que nunca estás solo en este proceso; Cristo está contigo y todos los que estamos en sus manos, nadie nos podrá separar de Él. Romanos 8:35-39