Descubriendo a Dios: Un Viaje en Cuatro Revelaciones
La Revelación a través de la Creación
La majestuosidad de Dios se manifiesta en el universo que nos rodea, un testimonio palpable de su poder creador. Como afirman los Salmos 19:1-4, el cielo y la tierra, en su esplendor y complejidad, narran la gloria divina sin necesidad de palabras. Romanos 1:18-20 argumenta que, a través de la creación, Dios ha dejado claro su poder eterno y divinidad, haciéndolo evidente para todos y eliminando cualquier excusa para negar su existencia.
Dios Encarnado: La Revelación en Jesucristo
Más allá de la creación, Dios se nos revela de manera íntima y personal en Jesucristo. Juan 1:1-14 no solo habla de la existencia pretemporal de Cristo junto a Dios, sino también de su encarnación, donde el Verbo se hizo carne. En Jesús, vemos la esencia completa de Dios, invitándonos a conocerlo y amarlo más profundamente. Este acto supremo de amor y humildad, como se destaca en Juan 14:9, nos muestra que al ver a Jesús, vemos al Padre.
La Palabra Viviente: Revelación en las Escrituras
Las Escrituras actúan como un espejo reflejando la persona de Cristo, ofreciendo un relato detallado de su vida, enseñanzas y ministerio. A través de la Biblia, encontramos una guía y un testimonio constante que apunta a Jesús como el centro de la revelación divina (Juan 5:39).
El Espíritu de Verdad: Revelación por el Espíritu Santo
El Espíritu Santo lleva la revelación a una dimensión más profunda y personal, convenciéndonos de la verdad sobre Jesucristo y ayudándonos a experimentar la realidad de Dios en nuestras vidas (Juan 16:8, Mateo 16:16-17). Esta presencia y guía espirituales nos permiten reconocer a Jesús no solo como el Mesías sino como el Señor absoluto de la existencia, confirmando la enseñanza de 1 Corintios 12:3.
Jesucristo, el Señor Supremo
En el mundo contemporáneo, el título de «Señor» puede ser malentendido o aplicado con ligereza. Sin embargo, la señoría de Cristo es única y se sustenta en tres aspectos esenciales: su divinidad, su victoria sobre la muerte y su soberanía universal (Romanos 14:7-9). Reconocer a Jesucristo como Señor implica aceptar su dominio total sobre nuestra vida y muerte, una verdad que nos llama a vivir en total rendición a Él.