Reflexionando sobre la vida, veo cómo la juventud de hoy se enfrenta a desafíos constantes. Las influencias del entorno, como los amigos, la escuela, el trabajo y las relaciones amorosas, pueden apartarnos del camino que Dios ha trazado para nosotros. Isaías 28:16 nos recuerda que Dios ha puesto en Sion una piedra angular probada y preciosa, un fundamento estable sobre el cual construir nuestras vidas. Esta piedra es Jesucristo, confirmado también en 1 Pedro 2:6, quien es la base sólida que permanece inmutable a través de las generaciones.
La juventud de cualquier época, ya sea en 1950, 2024 o en los tiempos de Isaías, necesita este fundamento inquebrantable. Sin él, incluso las vidas construidas en la diversión y el placer temporal pierden su brillo cuando enfrentan los desafíos de la «vida real». He visto esto de primera mano en mi trabajo con jóvenes en México, donde el verdadero fundamento a menudo se pasa por alto en la búsqueda de satisfacciones momentáneas.
Hechos 4:11 y Efesios 2:20 nos recuerdan que Jesús, rechazado por algunos, es ahora la piedra angular sobre la que se construye la iglesia. Nuestra fe debe estar cimentada en Él, reconociéndolo como el verdadero fundamento que sostiene nuestras vidas.
Ser conscientes de nuestro llamado nos eleva por encima de lo ordinario y nos impide ser arrastrados por las corrientes de la vida. 1 Pedro 2:9-10 nos habla de nuestra identidad en Cristo: somos un linaje escogido, un sacerdocio real, una nación santa, adquirida por Dios para proclamar sus excelencias. Antes éramos personas sin identidad ni misericordia, pero ahora somos el pueblo de Dios, llamados a vivir en su luz admirable.
Por eso, aconsejo firmemente a los jóvenes y a los líderes que guían sus caminos, afianzarse en la Roca que es Cristo. Construir nuestra vida sobre Él asegura un fundamento que no se sacude ante las pruebas, las tribulaciones o las modas pasajeras. Este fundamento no solo nos sostiene en los momentos difíciles sino que también nos permite vivir una vida plena y victoriosa, marcada por el propósito y la dirección divina.
