La Gloria Encarnada: Cristo Entre Nosotros
Los israelitas reconocieron algo profundo sobre Dios: Su presencia trascendía los límites físicos de sus lugares sagrados. La interrogante de Salomón, «¿es verdad que Dios morará sobre la tierra?» (1 Reyes 8:27), revela una comprensión temprana de la inmensidad divina, contrastando con la realidad de que Dios prometió habitar entre su pueblo (Éxodo 25:8). Esta tensión entre la omnipresencia de Dios y Su presencia localizada nos prepara para un misterio aún mayor.
Isaías articuló esta paradoja al describir a Dios como el Alto y Sublime que habita tanto la eternidad como junto al humilde de espíritu (Isaías 57:15). La omnipresencia de Dios, llena de gloria universal, no contradijo su cercanía con los quebrantados.
La encarnación, la entrada de la majestad celestial en la humildad de la humanidad, se revela como el clímax de esta paradoja. Jesucristo, descrito en Filipenses 2:5-8, encarna la plena gloria de Dios, siendo la representación tangible de Su naturaleza divina. Juan 1:14 no solo declara que Cristo es la manifestación de la gloria divina, sino también que es la fuente de una gracia inagotable para nosotros.
En Cristo, la «plenitud de la Deidad» se hace accesible (Colosenses 1:19, 2:9), ofreciéndonos gracia sobre gracia. Este misterio se profundiza en la enseñanza de Pablo sobre la morada de Cristo en nuestros corazones por la fe, sugiriendo que podemos experimentar la plenitud de Dios en nuestras vidas (Efesios 3:17-19).
El misterio se culmina en Colosenses 1:27, «Cristo en vosotros, la esperanza de gloria». Esta verdad no solo destaca la cercanía de Cristo con nosotros, sino también la promesa gloriosa de que podemos participar en la naturaleza divina.
Jóvenes, este devocional nos invita a contemplar la grandeza de Dios, que puede morar en el universo y al mismo tiempo en el corazón humano. La encarnación de Cristo es la afirmación definitiva de que Dios desea estar íntimamente conectado con nosotros, transformando nuestras vidas con su presencia. En Cristo, encontramos no solo un modelo de humildad y servicio, sino la fuente de toda gracia y verdad que necesitamos para vivir una vida plena y esperanzada.