La Presencia de Dios: El Anhelo Supremo de cada creyente

Contraste entre Saúl y David
Saúl, durante sus 40 años de reinado, trató la presencia de Dios más como un amuleto que como la esencia de su vida y liderazgo. En contraste, David, al asumir el trono, sintió la ausencia significativa de la presencia de Dios, simbolizada en el Arca, la cual había sido descuidada en la casa de Abinadab por 20 años (1 Crónicas 13:1-4).
La Pasión por la Presencia: El Caso de Obed-Edom
Obed-Edom, a diferencia de Abinadab, no solo albergó el Arca en su casa sino que también valoró profundamente su significado, resultando en una bendición integral para él y su familia (1 Crónicas 13:12-14). A pesar de provenir de Gad, ciudad de Goliat y enemigos de Israel, Obed-Edom mostró una pasión auténtica por la presencia de Dios, lo que transformó su vida y legado, llevando a que 62 de sus familiares sirvieran en el templo (1 Crónicas 26:4-8).
Impacto de la Presencia de Dios
La presencia de Dios no es una mera formalidad religiosa, sino la fuente de vida, restauración y bendición. La historia de Obed-Edom nos muestra que la verdadera bendición y transformación vienen de honrar y valorar la presencia de Dios. No se trata de acostumbrarse a las manifestaciones divinas como algo común, sino de capturar y valorar profundamente cada encuentro con Dios.
Desafíos de la Ausencia de Dios
Vivimos en una época donde la presencia de Dios a menudo se pasa por alto en la rutina diaria. La ausencia de esta presencia conlleva a una vida espiritual seca, conflictos, y una apertura a influencias negativas. Isaías, a pesar de ser profeta, necesitaba un encuentro renovador con la presencia de Dios, subrayando que nadie está exento de la necesidad de este encuentro personal y transformador.
Invitación a un Compromiso Renovado
La presencia de Dios se manifiesta plenamente cuando estamos dispuestos a sacrificar cualquier cosa para obtenerla. Este sacrificio puede manifestarse en el ayuno, la oración intensa, y en darle control al Espíritu Santo sobre nuestras vidas y hogares. La pregunta que cada uno debe considerar es: ¿Cómo quiero que sean mis próximos tres meses?
Priorizando la Presencia de Dios
Para los jóvenes es fundamental comprender que la presencia de Dios no es algo con lo que nos debemos acostumbrar o tomar por sentado. Al tratar la presencia divina como un elemento más de nuestra rutina diaria, corremos el riesgo de perder la capacidad de asombro y expectativa ante lo que Dios puede y quiere hacer en nuestras vidas. Ser indiferentes o habituarnos a su presencia puede llevarnos a un estado espiritual de apatía, donde los milagros y las manifestaciones del Espíritu Santo ya no nos impactan ni motivan cambio y crecimiento.
Un corazón verdaderamente apasionado por Dios siempre busca profundizar en la relación con Él, anhelando cada día descubrir más de su carácter, su amor y su poder transformador. Como jóvenes, debemos esforzarnos por mantener viva la llama de la expectación y la maravilla, recordando que Dios siempre tiene algo nuevo y extraordinario para nosotros. No permitamos que la familiaridad con las formas en que Dios se ha movido en el pasado nuble nuestra visión de lo que aún desea hacer en el presente y futuro.
Por lo tanto, se exhorta a los jóvenes a cuidar celosamente la presencia de Dios en sus vidas, cultivando un corazón siempre listo y receptivo a su voz y dirección. Esto implica una constante búsqueda personal, un compromiso con la oración y la Palabra, y la disposición a obedecer y actuar según su voluntad. En este caminar, descubriremos la alegría y la aventura de vivir en continua expectación de las maravillas que Dios está ansioso por realizar en nosotros y a través de nosotros.