Vida en Cristo

Que Cristo sea levantado

Cristo dijo: «Y yo, si fuere levantado de la tierra, a todos atraeré a mí mismo» (Juan 12:32). Esta poderosa declaración nos invita a reflexionar sobre la centralidad de Cristo en nuestras vidas. No importa quién seas, qué has hecho o dónde te encuentres, Jesús te está llamando. Hoy, vamos a estudiar juntos cómo este llamado puede transformar nuestras vidas.

Empezaremos reflexionando sobre la importancia de la centralidad de Cristo. A menudo, en nuestra vida diaria, nos enfrentamos a decisiones, desafíos y oportunidades que nos llevan a preguntarnos: ¿Qué lugar ocupa Jesús en todo esto? En Colosenses leemos: «Él es antes de todas las cosas, y todas las cosas en Él subsisten» (Colosenses 1:17). Esta escritura nos enseña que Cristo debe tener la preeminencia en todas las áreas de nuestras vidas. No solo es nuestro Salvador, sino también nuestro Señor y Rey.

Imaginemos por un momento que nuestras vidas son como un edificio. En la fundación está nuestra fe, y en el centro de esa fundación está Cristo. Él es el cimiento que sostiene todo lo demás. Si construimos nuestra vida en cualquier otra cosa que no sea Cristo, eventualmente se derrumbará. Pero si lo hacemos sobre la roca sólida que es Jesús, entonces, sin importar las tormentas que enfrentemos, nuestro edificio permanecerá firme (Mateo 7:24-25).

Elevar a Cristo no se trata solo de palabras bonitas o pensamientos elevados. Se trata de acciones concretas que reflejan nuestra fe. Por ejemplo, cuando enfrentamos una dificultad, cuál es nuestra primera reacción? ¿Nos desesperamos y buscamos soluciones humanas, o acudimos a Cristo en oración, confiando en Su poder y sabiduría? (Filipenses 4:6-7).

Jesús mismo nos dio el ejemplo perfecto de cómo vivir una vida centrada en Dios. Él dijo: «No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo, así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que me envió» (Juan 5:30). Si Jesús, siendo el Hijo de Dios, dependía completamente del Padre, ¡cuánto más nosotros debemos depender de Él!

Otro aspecto crucial de elevar a Cristo es reconocer Su papel redentor en nuestras vidas. Pablo nos recuerda: «Porque por gracia sois salvos por medio de la fe; y esto no de vosotros, pues es don de Dios; no por obras, para que nadie se gloríe» (Efesios 2:8-9). Nuestra salvación no es algo que podamos ganar por nosotros mismos; es un regalo de Dios. Al reconocer esto, estamos elevando a Cristo, porque reconocemos que sin Él, estamos perdidos.

Pero, ¿Qué significa esto para aquellos que aún no comparten nuestra fe? Significa que tenemos una responsabilidad y un privilegio: compartir este mensaje de esperanza y redención con ellos. Cada uno de nosotros tiene la oportunidad de ser un reflejo de Cristo en nuestro mundo. A través de nuestras palabras, acciones y actitudes, podemos mostrar a otros el amor de Jesús.

Quisiera compartir una historia que ilustra este punto. Un hombre, después de años de vivir una vida alejada de Dios, encontró a Cristo gracias al testimonio consistente de un amigo cristiano. Este amigo no solo hablaba del amor de Jesús, sino que lo demostraba en su vida diaria. A través de actos de bondad, paciencia y amor incondicional, él elevaba a Cristo, y eso fue lo que finalmente llevó a este hombre a buscar a Jesús.

Esta historia nos recuerda que todos somos embajadores de Cristo. «Somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios» (2 Corintios 5:20). Cada interacción que tenemos puede ser una oportunidad para elevar a Cristo y compartir Su amor con otros.

La iglesia también juega un papel crucial en elevar a Cristo. No estamos llamados a vivir nuestra fe en soledad. En Hebreos se nos anima a «estimularnos al amor y a las buenas obras; no dejando de congregarnos, como algunos tienen por costumbre, sino exhortándonos» (Hebreos 10:24-25). La comunidad de fe nos brinda apoyo, ánimo y corrección. Juntos, podemos elevar a Cristo más eficazmente que por separado. Al compartir nuestras vidas con otros creyentes, aprendemos y crecemos en nuestra fe.

La adoración no es solo lo que hacemos en la iglesia los domingos; es una actitud constante de reverencia y amor hacia Dios. Pablo nos exhorta a «presentar nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es nuestro culto racional» (Romanos 12:1). Esto significa que toda nuestra vida debe ser una ofrenda de adoración a Dios.

Uno de los aspectos más importantes de nuestra vida cristiana es nuestro testimonio. Jesús nos dice: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos» (Mateo 5:16). Nuestra vida debe reflejar la luz de Cristo de tal manera que otros sean atraídos hacia Él. Compartir nuestro testimonio no significa tener una historia perfecta; significa ser honestos acerca de nuestras luchas y cómo Dios nos ha ayudado a superarlas.

La evangelización es una de las formas más directas y poderosas de elevar a Cristo. Compartir el evangelio no es solo una sugerencia, es un mandato de Jesús. Jesús nos da la Gran Comisión: «Id, y haced discípulos a todas las naciones» (Mateo 28:19). La evangelización es nuestra oportunidad de compartir las buenas nuevas de salvación con el mundo.

Además, la evangelización no siempre tiene que ser formal o programada. Puede suceder en nuestras interacciones cotidianas. Tal vez sea una conversación con un compañero de trabajo durante el almuerzo, o un momento de apoyo y oración con un amigo en necesidad. Al estar atentos a las oportunidades que Dios nos presenta, podemos compartir Su amor de manera natural y significativa.

Debemos recordar que la evangelización no es solo una tarea individual, sino un esfuerzo comunitario. La iglesia como cuerpo de Cristo tiene un papel crucial en llevar el evangelio al mundo. En Hechos, vemos cómo la primera comunidad cristiana vivía en unidad, compartiendo el evangelio y sirviendo a los demás. Su amor y unidad eran un testimonio poderoso que atraía a muchos hacia Cristo (Hechos 2:46-47).

Nuestro Testimonio en el Trabajo y las Relaciones:

En nuestro trabajo, Pablo nos dice: «Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no para los hombres» (Colosenses 3:23). Esto significa que, sin importar cuál sea nuestro trabajo, debemos hacerlo con excelencia y dedicación, sabiendo que estamos sirviendo a Cristo a través de nuestras labores. Elevar a Cristo en el trabajo no solo se trata de compartir el evangelio con nuestros compañeros, sino también de ser un testimonio viviente de integridad, diligencia y amor.

Otra manera de elevar a Cristo en nuestras vidas diarias es a través de nuestras decisiones. Cada elección que hacemos puede ser una oportunidad para honrar a Dios y mostrar Su amor. En Proverbios, se nos exhorta a «confiar en el Señor de todo corazón y no apoyarnos en nuestra propia prudencia» (Proverbios 3:5-6). Debemos buscar la voluntad de Dios en cada aspecto de nuestras vidas, confiando en que Él nos guiará y dirigirá.

Finalmente, elevar a Cristo en nuestras vidas diarias implica vivir con propósito y misión. En Efesios, se nos dice que «somos creados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó de antemano para que anduviésemos en ellas» (Efesios 2:10). Dios tiene un propósito para cada uno de nosotros, y cuando vivimos alineados con ese propósito, elevamos Su nombre.

Esto puede significar encontrar formas de servir a nuestra comunidad, ya sea a través de voluntariado, apoyo a causas justas, o simplemente siendo una luz en nuestros círculos sociales. Cada pequeña acción puede tener un gran impacto cuando se hace con amor y para la gloria de Dios.

«Señor Jesús, te damos gracias por tu amor y tu gracia. Ayúdanos a elevar tu nombre en todo lo que hacemos. Que nuestras vidas sean un reflejo de tu amor y tu verdad. Guíanos en nuestras decisiones y acciones diarias, y danos el valor para compartir tu evangelio con aquellos que nos rodean. Te pedimos que nos llenes de tu Espíritu Santo y nos uses para tu gloria. En tu nombre oramos, amén.»

Escucha este devocional en nuestro podcast:

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba