Espíritu Santo

Rebosa mi Copa

Viviendo en la Plenitud de la Presencia de Dios

A menudo pienso en la presencia de Dios como un río caudaloso, una fuente inagotable de vida, crecimiento y profundidad espiritual. Mi mente viaja a las palabras del profeta Ezequiel, quien en su libro, capítulo 47, describe una visión asombrosa de un río que brota directamente desde el trono de Dios, incrementando su profundidad y amplitud a medida que fluye.

Me veo a mí mismo en las orillas de este río divino, donde los primeros encuentros con Dios son como aguas que apenas mojan los tobillos. Es placentero, sí, pero reconozco que es apenas una experiencia superficial con Él. Es fácil quedarse allí, jugando en la orilla, disfrutando de la frescura sin adentrarse más.

Luego, la corriente me invita a profundizar hasta las rodillas, un nivel donde siento un compromiso mayor, pero aún retengo el control, como quien se relaja en un jacuzzi. Siento el calor y el confort, una experiencia más intensa de Su presencia, pero aún consciente de que no me he entregado completamente.

Avanzando más, el agua llega a mis lomos. Ahí, hay una participación activa en la vida espiritual, un mayor compromiso que antes. Pero, aún en este nivel, siento que mantengo cierto control, limitando cuán profundo realmente me permito sumergir en Él.

La verdadera transformación ocurre cuando finalmente me sumerjo completamente, cuando dejo de luchar contra la corriente y permito que el río de Dios me lleve. En esta total rendición, pierdo el control y me dejo llevar por las aguas profundas de su presencia divina.

Sin embargo, la realidad de hoy, especialmente entre los jóvenes, muestra retos para sumergirse en estas profundidades espirituales. La tecnología, las distracciones constantes y las variadas influencias culturales parecen generar una apatía, una resistencia a entregarse completamente a la experiencia espiritual que Dios ofrece.

Reflexionando sobre las vidas de David y Salomón, comprendo cómo incluso los ungidos y sabios pueden desviarse si no mantienen un corazón completamente entregado a Dios. Sus historias me recuerdan la importancia de la consagración y la integridad para no perder el rumbo.

He descubierto que la adoración es el puente que me conecta íntimamente con Dios. Es en la adoración donde vacío mi copa de las distracciones mundanas y la lleno con Su presencia y Espíritu, anhelando un derrame constante en mi vida diaria.

Así, me hago eco de un llamado a la renovación espiritual, a no conformarme con encuentros pasajeros con Dios, sino a vivir en un estado de plenitud constante de Su presencia. Este camino hacia una renovación perpetua exige humildad, arrepentimiento y una sed insaciable por Dios, transformando cada área de mi vida y empoderándome para afrontar cada día con su poder y gracia.

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

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