Vida en Cristo

Sacó mi vida del anonimato: Dios da un propósito a nuestras vidas

1 Juan 2:20

En tiempos antiguos, Dios escogía a reyes, profetas y sacerdotes y los ungía para establecerlos en posiciones de influencia y autoridad. Esta unción simbolizaba la presencia de Dios con ellos, dándoles la autoridad y la capacidad para cumplir su llamado divino. Samuel, como ungido de Dios, vivió en la constante presencia y poder de esta unción.

Con la venida de Jesús, hay un cambio radical. El velo del templo se rasga en dos, simbolizando la eliminación de la barrera entre Dios y la humanidad. Ya no es sólo una élite la que puede ser ungida; la unción se hace accesible para todos aquellos que tienen hambre de Dios. Esta unción espiritual nos empodera para reconocer la verdad y vivir conforme a la voluntad de Dios.

Es fundamental reconocer que la rutina y las preocupaciones de la vida pueden secar nuestra unción. Como se describe en Salmos 92:10, debemos buscar ser ungidos con aceite fresco, simbolizando una renovación constante en el Espíritu Santo. ¿Tu sed por la presencia de Dios permanece inagotable o has dejado que tu «aceite» se estanque?

Saúl, un ungido de Dios que comenzó su reinado con la bendición de Dios, pero a través de una serie de desobediencias y malas decisiones, perdió la presencia de Dios. Su historia nos sirve como una advertencia sobre la importancia de obedecer a Dios y mantener nuestra unción.

A su vez, David fue sacado del anonimato y ungido para ser el líder del pueblo de Israel. A pesar de sus fallas, David mantuvo un corazón inclinado hacia Dios, mostrando que la unción de Dios acompaña a aquellos que buscan su rostro.

Este mensaje resuena con un llamado a cada uno de nosotros a recordar que no estamos aquí simplemente para existir, sino para cumplir un propósito divino establecido desde la eternidad. La unción de Dios en nuestras vidas es un testimonio de este propósito superior.

Ora con fe: Señor Todopoderoso, reconozco que Tú me has ungido con un propósito que va más allá de mi comprensión. Ayúdame a mantener mi unción fresca, a vivir de acuerdo a tu llamamiento santo y a no dejarme secar por las distracciones y preocupaciones de este mundo. Que pueda yo, como David, servirte de todo corazón y cumplir el destino que has trazado para mi vida. En el nombre de Jesús, Amén.

Recordemos que cada uno de nosotros ha sido escogido por Dios no por nuestras obras, sino por Su propósito y gracia. Vivamos entonces con la conciencia de este llamamiento santo, renovando constantemente nuestra unción en Dios, para que podamos cumplir con el propósito divino de nuestras vidas.

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

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