El Poder de la Iglesia Primitiva

«Recibirán poder cuando el Espíritu Santo venga sobre ustedes; y serán mis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria y hasta los confines de la tierra.»
— Hechos 1:8
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La iglesia primitiva cambió la historia en solo unas décadas, un pequeño grupo de creyentes transformó imperios y alcanzó a miles con el mensaje de Cristo, todo sin herramientas modernas de comunicación ni recursos como los tenemos hoy en día. Pero, ¿qué hizo que esta gente fuera tan poderosa? Y, más importante todavía, ¿cómo podemos nosotros vivir bajo ese poder en estos últimos tiempos?
La iglesia primitiva que habla el libro de los Hechos era un modelo perfecto de unidad. Aunque venían de diferentes trasfondos, culturas y niveles sociales, oficios, los primeros cristianos se trataban como una verdadera familia. Hechos 2:44-46 nos dice que compartían todo lo que tenían y cuidaban unos de otros con alegría y generosidad.
Esa unidad no solo fortalecieron las primeras iglesias, sino que fue un testimonio poderoso para el mundo. Jesús lo dijo claramente: «En esto conocerán todos que son mis discípulos, si se aman unos a otros» (Juan 13:35). Hoy, como iglesia a nivel mundial, enfrentamos tantas divisiones, muchísimas denominaciones y todavía más desafíos, pero estamos llamados a ser un cuerpo unido, bajo un mismo Señor, un mismo Espíritu y una misma fe.
La transformación de la iglesia primitiva comenzó en Pentecostés, cuando el Espíritu Santo descendió con poder. Los discípulos de ser gente temerosa, se convirtieron en testigos valientes y poderosos. Pedro, quien había negado a Jesús tan solo unos días atrás, predicó un mensaje que llevó a la conversión de 3,000 almas en un solo día, en su primera predicación. (Hechos 2:41).
El mismo Espíritu Santo que obró en todos ellos está disponible para nosotros hoy. Él nos guía, nos fortalece y nos capacita para cumplir el propósito de Dios. A veces intentamos vivir la vida cristiana con nuestras propias fuerzas, olvidando que necesitamos Su poder, todo lo que hacemos fuera de él no está llamado a prosperar, será solamente un programa más, mero activismo superficial. Sino lleva el toque poderoso del Espíritu Santo los únicos tocados seremos la gente que ya estamos dentro de la congregación pero no la gente de fuera.
La iglesia primitiva enfrentó oposición y persecución desde el principio. Sin embargo, no dejaron que el miedo los paralizara y muchos menos, que los desanimaran. Cuando los apóstoles fueron arrestados y amenazados, su respuesta fue: «No podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído» (Hechos 4:20). Gloria a Dios!
El ejemplo de Esteban, el primer mártir, nos muestra una fe que permanecía firme incluso frente a la muerte (Hechos 7). Y aunque la persecución dispersó en ese momento a los creyentes, esto solo sirvió para que el evangelio llegara a más lugares, tanto cercanos como lejanos (Hechos 8:4).
La iglesia primitiva no solo hablaba del amor de Cristo; ellos lo vivían. Cuidaban a los pobres, alimentaban a los hambrientos y compartían con alegría el pan por las casas. Esto atraía a las personas a Cristo, no porque los cristianos tuvieran grandes discursos, sino porque vivían lo que predicaban.
En Mateo 5:16, Jesús nos llama a ser luz: «Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.» Hoy, nuestro testimonio sigue siendo una de las herramientas más poderosas para llevar el evangelio.
Sin redes sociales, sin tecnología y sin grandes recursos económicos, la iglesia creció porque cada creyente entendió que era un testigo de Jesús en su día a día. Ellos compartían el evangelio dondequiera que iban, no solo en reuniones o plataformas especiales, sino en su vida cotidiana, era su pan diario.
La iglesia primitiva nos deja un legado poderoso a los cristianos de hoy. Su unidad, su fe, su dependencia del Precioso Espíritu Santo y su amor transformaron al mundo. Pero lo más emocionante es que ese mismo llamado y poder están disponibles para nosotros hoy en día mi amado lector.
Jesús nos prometió en Mateo 28:20: «Yo estoy con ustedes todos los días, hasta el fin del mundo.» ¡Esa promesa sigue vigente en este 2025! No importa cuán grande o pequeño te sientas, Dios puede usarte para impactar vidas y expandir su reino.