“Yo soy la puerta; el que entre por medio de mí será salvo. Entrará y saldrá, y encontrará pastos” – Juan 10:9
Uno de los versículos más impactantes sobre el único camino que nos lleva al padre, Jesús siempre hablaba en sus analogías con un contexto cultural actual, para que sus oyentes entendieran claramente su significado. Este versículo no es la excepción, ya que en el tiempo de Jesús, los pastores construían corrales con piedras o ramas, dejando una abertura como entrada. En lugar de una puerta física, el pastor se acostaba en esa entrada, convirtiéndose él mismo en la puerta viviente. Esto significaba que cualquier oveja que entraba al corral o peligro, depredadores o ladrones, tendrían que enfrentarlo primero, y si alguna oveja intentaba salir, pasaría por él y el pastor se daría cuenta.
Jesús, como nuestro Buen Pastor, brinda este claro ejemplo para decirnos el sacrificio que haría por toda la humanidad. Él literalmente se puso en la puerta, en la brecha, convirtiéndose de esa forma en el protector y cuidador de nuestras almas. Al decir “Yo soy la puerta”, Jesús no solo nos ofrece acceso a la salvación, sino que nos enseña cómo es el corazón de un verdadero pastor: dispuesto a sufrir, proteger y cuidar de su rebaño.
Podemos meditar en 3 puntos:
- El pastor es el protector:
Así como el pastor de ovejas en el redil enfrentaba hambre, frío y oscuridad y diversos peligros por cuidar de sus ovejas, los pastores espirituales en nuestras iglesias locales enfrentan amenazas de toda índole; críticas y adversidades para proteger a la grey. La vida de un verdadero pastor no es cómoda, es de sacrificio, porque su misión es estar al frente del pueblo, en la brecha, intercediendo y protegiendo a su gente. Ezequiel 34:16 - El pastor es el mediador:
Las ovejitas dependen de su pastor para entrar y salir en libertad de su corral, también para ser guiadas hacia pastos verdes, a abrevaderos de aguas limpias. El pastor, como mediador, carga con las preocupaciones, debilidades y heridas de la iglesia, asegurándose de que reciban su alimento espiritual especial. Este rol es demasiado agotador, pero un verdadero pastor lo hace con todo el amor, por que es parte de su llamado. - El pastor recibe heridas:
No todas las ovejas somos fáciles. Algunas ovejitas son dóciles y agradecidas, pero otras se alejan y son un poco rebeldes, rechazan la guía o incluso hieren inconscientemente a su pastor. Las críticas, el desprecio o la falta de reconocimiento pueden lacerar el ministerio pastoral. Sin embargo, un pastor con un llamamiento verdadero ama al rebaño sin excepción, porque sigue el modelo de Cristo, quien dio su vida aun por aquellos que lo rechazamos en algún momento. Isaías 53:5
Quiero compartir algo que escribí con mucho respeto y cariño hacia nuestros pastores. No es poesía porque no es muy melódico, ni creo que sea un poema porque no está adornado con palabras bonitas. Es simplemente una reflexión mía y nacida al mirar mi realidad y mis limitaciones humanas.
Si algún día existiera una vacante en la iglesia, quizá podría postularme… pero no como pastor, porque ser pastor exige un amor y entrega que yo mismo reconozco no poseer. Sin embargo, estoy seguro de que podría ser un buen asalariado. Déjenme explicarles por qué…
Yo Sería un Buen Asalariado, Pero No un Buen Pastor
- Yo sería un buen asalariado porque mi tiempo tendría precio, y lo dedicaría solo a lo que edifica. Pero nuestros pastores entregan su tiempo como un acto de amor, sin esperar reconocimiento ni recompensa material. Están alineados con las necesidades de su rebaño, no con sus deseos personales.
- Yo sería un buen asalariado porque evaluaría quién merece mi esfuerzo, priorizando solo a los de carácter amable. Pero nuestro pastor no hace distinciones. Ama a las ovejas y también a los cabritos.
- Yo sería un buen asalariado porque me enfocaría en lo práctico y lo visible, invirtiendo solo en aquello que nos garantice un crecimiento. Pero nuestros pastores siembran en terreno árido, confiando en que Dios traerá fruto a su tiempo, aun cuando parece que las semillas caen en tierra seca.
- Yo sería un buen asalariado porque cuidaría de mi familia y mis intereses primero, dejando a los demás en segundo término. Pero nuestros pastores se desgastan día y noche, a menudo sacrificando su comodidad familiar por el bienestar espiritual de su iglesia.
- Yo sería un buen asalariado porque no gastaría mi tiempo en visitar ovejas que no quieren estar en mi redil. Pero he visto a nuestros pastores buscar a la oveja perdida, una y otra y otra vez.
- Yo sería un buen asalariado porque ante los lobos huiría, cuidando de la seguridad de mi familia antes que la de cualquier persona. Pero nuestros pastores se enfrenta a las amenazas espirituales y emocionales con una valentía especial, por amor a su rebaño.
- Yo sería un buen asalariado porque jamás soportaría las críticas hacia mi familia, las murmuraciones o la ingratitud. Pero nuestros pastores, llevan nuestras cargas en silencio, sin quejarse ni rendirse, aun cuando siempre llega a sus oídos lo que se ha hablado de ellos y de su familia.
- Yo sería un buen asalariado porque no tendría paciencia para explicar una y otra vez las mismas verdades a la gente. Pero nuestros pastores nunca se cansan de enseñar, predicar y guiar con amor, con paciencia, sabiendo que el crecimiento espiritual de las ovejas es un proceso paulatino.
Jesús dijo que el asalariado huye cuando ve venir al lobo porque no le importan las ovejas (Juan 10:12-13). El asalariado trabaja solo por el salario, pero el pastor verdadero entrega su vida por amor a las ovejas.
Muchas veces, como iglesia, no valoramos el sacrificio de nuestros pastores. No vemos las noches de oración, las veces que visitan a las almas, las lágrimas derramadas por su rebaño, ni los desvelos por atender algunas de nuestras necesidades.
Agradezcamos a Dios porque nos ha dado pastores conforme a Su corazón (Jeremías 3:15)
Siempre tenemos que:
- Orar por nuestros pastores.
- Animarlos con palabras de gratitud.
- Ser ovejas que honren el sacrificio de sus pastores.
Jesús, el Buen Pastor, dio su vida por nosotros y nos enseñó cómo debe actuar un pastor. Que esta palabra nos lleve a valorar y orar por aquellos pastores, que día a día, reflejan el sacrificio de Cristo al cuidar de nuestras almas.