Superación

Venciendo la Amargura de Espíritu

Hacía ya un tiempo que tenía este tema en mi corazón para poder escribir sobre él y abordarlo en nuestro podcast. En mi mente, concibo la amargura de espíritu como una pequeña semilla que, si no se detecta y se erradica, puede crecer y envenenar todo a su alrededor. ¿Alguna vez en tu vida has tenido un resentimiento profundo por alguien o por alguna situación que te aquejaba? Ese resentimiento, si no lo exponemos a los pies de Cristo, se convierte en amargura. Esta raíz amarga puede tomar muchas formas, desde la crítica constante hacia todo, hasta el aislamiento social, y su efecto es muy triste tanto para el que la lleva como para quienes le rodean.

En el libro de Hebreos 12:15, se nos advierte: “Mirad bien, no sea que alguno deje de alcanzar la gracia de Dios; que brotando alguna raíz de amargura, os estorbe, y por ella muchos sean contaminados.” Este versículo nos muestra que la amargura no solo afecta a la persona que tiene la amargura en su espíritu, sino que también puede influir negativamente en sus amigos, familia, compañeros de trabajo y todo el que esté cerca.

¿Hay alguna herida no sanada en tu corazón que podría estar echando raíces de amargura? Pide al Espíritu Santo que te revele cualquier área en la que necesites liberar perdón y sanar.

Una de las formas en las que la amargura afecta nuestras vidas es cambiando nuestra perspectiva. Lo que una vez nos traía alegría ahora ya no nos parece atractivo, hasta pareciera que nos pone de mal humor; las personas que amábamos ahora se sienten muy distantes. La amargura de espíritu distorsiona nuestra visión, haciéndonos enfocar siempre en lo negativo y en lo que nos falta a nosotros y a los demás, en los defectos de las demás personas, en lugar de en las bendiciones que Dios nos ha dado.

Me llama la atención que Noemí en el libro de Rut. Después de perder a su esposo y a sus hijos, Noemí llegó a un punto tan bajo que pidió que le llamaran “Mara”, que significa “amargura” (Rut 1:20). La amargura la hizo olvidar su verdadero nombre y su identidad en Dios. Así también, la amargura puede hacernos olvidar quiénes somos en Cristo y nublar nuestra relación con Él, nos hace sentir completamente aislados.

Te invito a que medites en las áreas de tu vida donde podrías estar permitiendo que la amargura afecte tu relación con Dios y con los demás. Recuerda que no estamos llamados a vivir en la oscuridad de la amargura, sino en la luz del evangelio.

No permitas que la amargura nuble tu visión y de las bendiciones que Dios te ha dado a lo largo de tu caminar con Él.

El perdón es la herramienta más poderosa que Dios nos ha dado para vencer la amargura de espíritu. Cuando perdonamos, no solo liberamos a la otra persona, sino que también liberamos nuestro propio corazón de las cadenas del resentimiento y opresión. Sin embargo, perdonar no siempre es fácil, especialmente cuando la herida es demasiado profunda.

En Mateo 18:21-22, Pedro le pregunta a Jesús cuántas veces debe perdonar a su hermano que peca contra él, y Jesús le responde: “Hasta setenta veces siete”. Esta respuesta no está destinada a ser tomada literalmente, sino que nos muestra que el perdón debe ser un estilo de vida continuo, no un evento único en nuestras vidas. Debemos estar dispuestos a perdonar tantas veces como sea necesario, así como El Padre hace con cada uno de nosotros.

Hoy, piensa en alguien que te haya lastimado. ¿Aún sientes resentimiento o amargura en tu corazón hacia esa persona? Pide a Dios la fuerza y la gracia para perdonar, sabiendo que Él nos ha perdonado mucho más de lo que jamás podríamos imaginar.

Una de las razones por las que muchas veces nos aferramos a la amargura es porque sentimos que, al perdonar, estamos dejando que el ofensor se salga con la suya y nos gane o hasta se siga burlando de nosotros. Sin embargo, la Biblia nos enseña que Dios es el juez justo y que Él hará justicia en su debido tiempo, no te dejará para siempre en oprobio, de eso puedes estar seguro.

Romanos 12:19 dice: “No os venguéis vosotros mismos, amados míos, sino dejad lugar a la ira de Dios; porque escrito está: Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor.” Confiar en la justicia de Dios significa soltar nuestro derecho a vengarnos y dejar que Él se encargue de hacer lo que es justo, de lo contrario estamos diciéndole al Señor: Tú no tienes poder para defenderme, por eso lo hago yo.

Entrega a Dios cualquier deseo de venganza o justicia propia que puedas estar teniendo en tu corazón. Confía en que Él es fiel y justo para manejar cada situación de manera perfecta.

El amor de Dios es el antídoto definitivo contra la es espíritu amargado. Cuando permitimos que el amor de Dios inunde nuestros corazones, no queda espacio para el resentimiento ni la amargura. Este amor no solo nos sana, sino que también nos capacita para amar y perdonar a otros de manera sobrenatural, una forma que solo puede provenir de un corazón que ha tenido un encuentro verdadero con Dios

Es importante que nos mantengamos firmes en la libertad que Cristo nos ha dado. La amargura intentará volver a tu espíritu, especialmente cuando enfrentemos nuevas ofensas o decepciones, pero ahora sabemos cómo enfrentarla, sabemos que no estás solos.

Efesios 4:31-32 nos exhorta a “quitar de nosotros toda amargura, enojo, ira, gritería y maledicencia, y toda malicia. Antes sed benignos unos con otros, misericordiosos, perdonándoos unos a otros, como Dios también os perdonó a vosotros en Cristo.” Este versículo me enseña cómo debo vivir, siempre buscando la paz, la bondad y el perdón.

Hoy, haz un compromiso contigo mismo y con Dios de vivir en la libertad que Él te ha dado. Decide que, con su ayuda, no permitirás que la amargura vuelva a echar raíces en tu corazón, que no impedirá más tu crecimiento en su obra, que seguirás adelante, siempre adelante.

Escucha este devocional de manera completa en este episodio de nuestro podcast:

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

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