Vida en Cristo

Un Verdadero encuentro con la Presencia de Dios

«Pero recibiréis poder, cuando haya venido sobre vosotros el Espíritu Santo, y me seréis testigos en Jerusalén, en toda Judea, en Samaria, y hasta lo último de la tierra.» — Hechos 1:8

Durante 20 años que he tenido el honor de caminar en esta senda hermosa del evangelio, he conocido personas que para mí eran unos modelos terminados, un ideal de lo que en un futuro yo desearía alcanzar ministerialmente y hasta personalmente, sin embargo, al paso de los años esas personas se alejaban de los caminos del Señor, daban la espalda a todo lo que, muy ungidos, un día predicaron. Yo entiendo, estamos en un mundo que constantemente nos bombardea con razones para sentirnos desanimados y apáticos, sin ganas de continuar ministrando o conviviendo en una membresía o grupo dentro de la congregación, pero también sostengo que el poder de la Presencia de Dios se presenta como el único y efectivo antídoto en contra de toda asechanza. Vivimos en tiempos donde la superficialidad parecen gobernar nuestras emociones, pero Dios nos ofrece algo mucho más profundo: un encuentro genuino y transformador con su Presencia que nos llena de un fuego inextinguible, perdurable, a través de los tiempos y las edades. Este fuego no es solo una emoción pasajera; es el poder de Su Espíritu Santo que nos capacita para vivir una vida cristiana victoriosa.

El desánimo y la apatía son dos de las herramientas más efectivas que el enemigo usa para robarnos el gozo y el propósito que Dios ha diseñado para nosotros desde la eternidad. Cuando perdemos de vista la grandeza de Dios, nuestra vida se torna monótona, aburrida y la rutina cristiana empieza a pesar sobre nosotros como una mochila llena de piedras, difícil o hasta imposible de llevar. Pero aquí es donde la Presencia de Dios entra en escena, ofreciéndonos mucho más que una simple escapatoria: nos ofrece una vida llena de propósito, poder y gloria sobrenatural.

Piensa en los discípulos antes del derramamiento glorioso en Pentecostés. Estaban asustados, escondidos, y luchando con la confusión y el desánimo tras la muerte del maestro. Sin embargo, todo cambió cuando el Espíritu Santo descendió sobre aquellos 120 en el Aposento Alto. De repente, estos mismos hombres y mujeres que antes habían huido llenos de temor, personas sin mucho conocimiento, ahora estaban llenos de valentía, denuedo, proclamando el Evangelio ¡Con un poder y una autoridad que sacudieron al mundo entero!

Lo que hizo la diferencia fue la Presencia de Dios. Esa misma Presencia que transformó a los discípulos está disponible para ti hoy. No importa cuán lejos te sientas de Dios en este momento, ni cuán profundo sea tu desánimo, la Presencia de Dios puede llenarte de un nuevo fuego, un fuego que quema toda apatía, cansancio y que enciende en ti una pasión renovada.

Jeremías tenía todas las razones humanas para sentirse desanimado: Dios lo envió a predicar a un pueblo rebelde que se negaba a arrepentirse, lo golpeaban, lo azotaban, y lo vituperaban hasta el punto que llegó a decir: «No me acordaré más de Él, ni hablaré más en su nombre» (Jeremías 20:9). Pero justo cuando estaba a punto de tirar la toalla, algo extraordinario sucedía. Aun mientras esas palabras de lamento y reclamo estaban en su boca, Jeremías sentía un fuego ardiente dentro de él, un fuego que quemaba en sus huesos. Era la Presencia de Dios inundándolo una vez más, dándole la fuerza y el poder para continuar en su llamado, a pesar de la oposición y el sufrimiento, Jeremías entendía que sin la presencia de Dios él no era nada, pero con Dios metido en sus huesos podría soportar cualquier cosa.

¿Quieres experimentar la presencia de Dios?

  1. Búscalo con hambre, con anhelo: Dedica tiempo cada día para estar a solas con Dios. Apaga el ruido del mundo, tu celular, dile adiós por un momento a las distracciones de internet y permite que su Presencia te envuelva. Ábrele tu corazón en oración, y pídele que te llene con Su Precioso Espíritu Santo, renovando en ti ese fuego que necesitas para vencer el desánimo.
  2. Aviva el Fuego: La Palabra de Dios es el combustible que mantiene vivo el fuego de Su Presencia en nosotros. Lee, medita y declara las promesas de Dios sobre tu vida. Deja que Su verdad llene tu mente y tu corazón, desplazando cualquier pensamiento de duda o temor.
  3. Congrégate: No camines solo. Rodéate de otros amigos que también estén buscando la Presencia de Dios. Juntos pueden animarse mutuamente, orar unos por otros, y mantenerse firmes en la fe. La comunión con otros es clave para mantenernos encendidos y enfocados en el Señor.
  4. Actúa en Fe: La Presencia de Dios no solo nos llena del poder glorioso de su Santo Espíritu, sino que nos impulsa a actuar. Da pasos de fe, aunque sean pequeñitos, y confía en que Dios estará contigo en cada uno de ellos. Ya sea compartir tu fe, servir en tu iglesia en algún ministerio, pide oportunidad de dar una pequeña enseñanza o predicación, o simplemente puedes ser luz en tu escuela o lugar de trabajo, hazlo sabiendo que no estás solo; el Espíritu Santo te está empoderando de una forma especial.

Yo personalmente reconozco que, a lo largo de todos estos años, algunas veces el desánimo ha tratado de entrar mi vida. Pero siempre caigo ante el Señor, buscando su Presencia con todo mi corazón. Él es quien llena nuestra vida con Su Espíritu Santo y enciende en nosotros un fuego que no se apaga, un fuego que arderá con pasión y poder. Dios te ayudará a vencer cada obstáculo que se levante en tu camino, y a vivir en el poder de su gloria sobrenatural.

Entrégale todo lo que eres y confía en que en su Presencia encontrarás la fuerza para seguir adelante, para nunca darle la espalda, y para cumplir el propósito que ha trazado para ti.

Puedes escuchar este devocional en este episodio de nuestro podcast:

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

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