Desarrollo Espiritual

De Creyentes a Discípulos

Comúnmente se tenía la idea de que los términos «creyente» y «discípulo» eran sinónimos. Sin embargo, que nosotros podamos entender la diferencia entre ambos conceptos, es crucial para profundizar nuestra relación con el Señor y darnos cuenta que definitivamente son palabras, aunque relacionadas, tienen algunas diferencias prácticas y notables.

Un creyente es alguien que ha aceptado a Jesús como su único y suficiente Salvador personal y participa en actividades de su iglesia local. Vive una vida cristianamente activa, pero puede no estar profundamente transformado en algunas áreas de su vida. En Juan 3:16 leemos: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» Si creemos, tenemos entonces vida eterna,

Ahora bien, un discípulo va más allá de la simple creencia. Es alguien que sigue a Jesús diariamente, entregando todas las áreas de su vida, buscando vivir como Él vivió, negándose a sí mismo y llevando su cruz. Lucas 9:23 nos dice: «Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz cada día, y sígame.» Un discípulo está en constante aprendizaje y crecimiento espiritual, no cierra su corazón, tiene un gozo y una paz sobrenatural, se dedica a obedecer y enseñar todo lo que ha aprendido de Jesús.

Cuando leemos La Gran Comisión en Mateo 28:19-20 nos da una clara distinción entre creyentes y discípulos: «Por tanto, id, y haced discípulos a todas las naciones, bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; enseñándoles que guarden todas las cosas que os he mandado; y he aquí yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo.» Aquí, Jesús no solo nos llama a ser unos lindos y buenos creyentes dominicales, sino a hacer discípulos, enseñando y obedeciendo todo lo que Él nos ha mandado.

En Juan 8:31-32, Jesús dice: «Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres.» Permanecer en la Palabra de Dios es un distintivo clave de una personas que se denomina como un discípulo. No es alguien fluctuante, es también un creyente, pero uno maduro, ya no alguien que se deja llevar por las circunstancia que está viviendo, sino que entiende que todo lo que viene a su vida es porque Dios así lo está permitiendo, por alguna razón.

Una de las más grandes y principales diferencias entre un creyente y un discípulo en situaciones de presión es la fuente de su fortaleza y su enfoque en momentos de crisis. Los creyentes pueden confiar en Dios, pero a menudo se ven abrumados y hundidos en desesperación por las circunstancias, buscando soluciones en sus propias fuerzas. Los discípulos, por otro lado, se apoyan completamente en Dios, buscan su guía y confían en su provisión, incluso cuando las situaciones parecen imposibles de vencer.

En Mateo 14:28-31 leemos que Pedro camina sobre el agua hacia Jesús, pero comienza a hundirse cuando se fija en el viento y las olas. Jesús le dice: «¡Hombre de poca fe! ¿Por qué dudaste?» Esta historia nos dice muchísimo sobre cómo un discípulo debe mantener su enfoque en el Señor Jesús, especialmente en medio de las tormentas continuas que esta vida nos tiene preparadas, las cuales nunca acabarán, pero el Señor promete estar con nosotros todos los días, hasta el fin del mundo.

Antes de la resurrección de Jesús, Pedro negó conocer a Jesús tres veces por miedo a las repercusiones que eso le traería (Lucas 22:54-62). Sin embargo, después de la resurrección de Cristo y lleno del Espíritu Santo en Pentecostés, Pedro se convirtió en un líder valiente y vibrante. En Hechos 4:19-20, Pedro y Juan responden a las amenazas de las autoridades diciendo: «Juzgad si es justo delante de Dios obedecer a vosotros antes que a Dios; porque no podemos dejar de decir lo que hemos visto y oído.» Ya ese Pedro temeroso y agresivo no existía más, ahora era una persona que verdaderamente estaba dispuesto a dar su vida como un discípulo, por su maestro.

En Hechos 7, mientras el primer mártir de la iglesia, Esteban, era apedreado, mostró una fe inquebrantable, no sucumbió ante los azotes, ni renunció a su fe, sino que, orando por sus verdugos y viendo la gloria de Dios hasta su último aliento, exclamó: «Veo los cielos abiertos y al hijo del hombre sentado a la diestra del Padre». Sus palabras denotan a un discípulo lleno de valentía y fe.

Una vida de oración ferviente, constante y profunda es más que esencial para un discípulo. El Señor Jesús nos dio el ejemplo al apartarse de todo, frecuentemente a orar y buscar la comunión con su Padre. En Mateo 6:6, El Señor nos dice en su palabra: «Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento, y cerrada la puerta, ora a tu Padre que está en secreto; y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público.» Cada vez que peleamos una batalla estando de rodillas, y con el corazón adecuado, El Señor nunca quedará de brazos cruzados, a el no lo mueve la necesidad, lo mueve la fe del hombre y/o la mujer que confían plenamente en Él.

La Biblia es nuestra guía infalible. Un creyente podría conformarse con lo que escucha en las predicaciones o lo que ha aprendido desde su infancia, adolescencia y juventud en la iglesia, pero un discípulo dedica tiempo a leer, estudiar y escudriñar en la Palabra de Dios. En 2 Timoteo 3:16-17, Pablo nos recuerda: «Toda la Escritura es inspirada por Dios, y útil para enseñar, para redargüir, para corregir, para instruir en justicia, a fin de que el hombre de Dios sea perfecto, enteramente preparado para toda buena obra.»

Un creyente escucha atentamente la palabra de Dios, un discípulo no solo la escucha , sino que la pone en práctica en la cotidianeidad de su vida. En Juan 14:15, Jesús dice: «Si me amáis, guardad mis mandamientos.» La obediencia es una muestra de nuestro amor y compromiso con Cristo, viene a mi mente un hermoso canto de antaño, que exclama «Mi alma está ligada a ti para siempre, mi ser está fundido, en tus manos…»

Estimados lectores, ser discípulos de Cristo es más que un llamado solo a creer, es un llamado a una vida de compromiso, transformación, entrega, pasión y servicio. Les animo a que tomemos los siguientes pasos para que avancemos de ser solamente creyentes a ser un discípulos comprometidos con El Señor:

  1. Comprométete a Orar: Dediquemos un tiempo cada día para hablar con Dios, agradecerle y pedir su guía. Es un hábito que no muchos tienen desarrollamos, pero que necesitamos urgentemente, no hay mejor terapia para un corazón abatido que la oración.
  2. Estudia la Biblia: Profundiza en las Escrituras y permite que la Palabra de Dios transforme tu vida, me resulta difícil de asimilar cómo hay personas (creyentes) que tienen años conociendo de Dios y su entendimiento en las escrituras es nulo, como si se acabaran de convertir ayer.
  3. Busca Oportunidades para Servir: Encuentra maneras de servir en tu iglesia local, demostrando el amor de Cristo a los demás, aun que tengas horarios laborales apretados o justos, siempre hay formas de hacerse presente en la iglesia, de alguna u otra forma, siempre podremos servir.
  4. Comparte tu Fe: No tengas miedo de compartir tu testimonio y el mensaje de salvación con quienes te rodean, lo que Cristo ha hecho en tu vida, cómo llegó a ti, cómo le conociste, qué cambió hizo en tu vida, es decir tu historia con el Señor, nunca sabrás el impacto que tiene en la vida de las demás personas hasta que lo compartas.
  5. Congrégate: Se puede ser creyente si no te congregas, serás un creyente solitario; orando y leyendo la biblia en tu casa, pero nunca serás un discípulo genuino si no tienes una iglesia, una comunidad, amistad con tus hermanos en la fe, un pastor a quien rendir cuentas y que te corrija cuando estás haciendo algo mal

Es mi anhelo que este devocional te motive a profundizar tu relación con Jesús y a vivir cada día como un verdadero discípulo. Recuerda que el camino del discipulado es un viaje continuo de crecimiento y transformación, es un proceso, no es algo instantáneo, no te permanezcas en el desanimo, no retrocedas, sigue ferviente hacia adelante, avanzando en esta hermosa senda del evangelio.

Puedes escuchar este devocional en este episodio de nuestro podcast, ¡Suscríbete!

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

Publicaciones relacionadas

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Botón volver arriba