El Propósito y Significado de la Vida
Desde tiempo inmemoriales, una serie de preguntas han estado presentes en la humanidad, ¿Cuál es nuestro propósito en la tierra? ¿Porqué y para qué estamos aquí? En nuestra búsqueda de ese propósito y significado, es común encontrarnos con diversas corrientes filosóficas y visiones del mundo que intentan responder a esas preguntas fundamentales.
1. Propósito Divino vs. Filosofías Seculares:
Desde el principio de los tiempos, la Biblia nos asegura que nuestra vida tiene un propósito específico y divino. Jeremías 29:11 nos dice: «Porque yo sé los planes que tengo para ustedes —declara el Señor—, planes de bienestar y no de calamidad, para darles un futuro y una esperanza.» Dios tiene un plan especial para cada uno de nosotros, un plan que trasciende nuestras circunstancias actuales y nos da esperanza de un futuro mejor que el que podamos estar viviendo.
En contraste a esta verdad, corrientes como el existencialismo, popularizado por filósofos como Jean-Paul Sartre, sugiere que la vida no tiene un propósito en sí misma, y que cada individuo debe crear su propio significado. Esta perspectiva puede ser liberadora para la gran mayoría de personas, pero también puede ser abrumadora, ya que coloca toda la carga de encontrar propósito sobre el ser humano. El nihilismo, por otro lado, argumenta que la vida carece de cualquier propósito o significado real, lo que puede llevar a una sensación de desesperanza y vacío y sentir que nada de lo que hacemos tiene entonces un sentido lógico, estudiar, casarse, tener un trabajo, tener metas, etc.
Sin embargo, nosotros como cristianos, encontramos nuestro propósito en nuestra relación con es Padre. Fuimos creados a su imagen y semejanza (Génesis 1:27), y estamos llamados a conocerlo, amarlo y servirlo. Este llamado nos da una dirección clara y nos asegura que no estamos solos en nuestra búsqueda de significado. Nuestro mayor propósito es entonces relacionarnos con él, rendirle nuestra vida y en esa medida, haciendo su voluntad, hallaremos el sentido a nuestra existencia terrenal.
2. El Amor como parte de Nuestro Propósito:
El Señor Jesús nos revela el propósito de nuestra vida en Mateo 22:37-39: «Ama al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu mente. Este es el primero y el más importante de los mandamientos. El segundo se parece a este: Ama a tu prójimo como a ti mismo.» Este mandamiento nos invita a vivir una vida de amor y servicio, tanto hacia Dios como hacia los demás, pues estamos llamados a ministrar a Dios, al mundo y a la iglesia.
La parábola del Buen Samaritano (Lucas 10:25-37) ilustra este amor en acción práctica. El samaritano, movido por la compasión, ayuda a un hombre herido, mostrando que nuestro propósito incluye amar y servir a quienes nos rodean, independientemente de sus circunstancias y de que si son o no compatibles con nuestra manera de pensar, si comparten o no nuestra fe.
3. La Vida Eterna:
Si una esperanza existe en nosotros y aguardamos con fervor, es la vida eterna, una poderosa creencia del cristianismo. Juan 3:16 nos dice: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna.» Esta promesa nos da una esperanza que va más allá de las circunstancias temporales de esta vida y nos asegura un futuro glorioso en la presencia de Dios. Todo lo que estamos pasando en esta vida tiene un comienzo y un fin, pero el estar en la presencia de Dios será por lo siglos de los siglos. La gente suele afanarse durante toda su vida en la tierra, pasamos 80 ó 90 años buscando la felicidad, pero la gran mayoría ignora que después de esas décadas en la tierra (que se pasan extremadamente rápido) hay toda una eternidad que nos espera, ya bien sea para vida eterna o para muerte y confusión perpetua (Daniel 12:2)
La perspectiva de la vida eterna redefine entonces nuestro concepto de éxito y logros. En lugar de buscar tesoros temporales, estamos llamados a invertir en lo eterno. Jesús nos recuerda en Mateo 6:19-21: «No os hagáis tesoros en la tierra, donde la polilla y el óxido corrompen, y donde ladrones minan y hurtan; sino haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el óxido corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón.»
Amados lectores, mientras reflexionamos sobre estas verdades, recordemos que nuestro propósito y significado en la vida están profundamente entrelazados con nuestra relación con Dios. Él nos ha creado con un propósito específico y nos ha dado la promesa de la vida eterna. En cada momento de nuestra vida, podemos confiar en que Dios está con nosotros, guiándonos y dándonos un sentido de dirección en este mundo cada vez más caótico.
En Salmos 138:8, leemos: «El Señor cumplirá su propósito en mí; tu gran amor, Señor, perdura para siempre; no abandones la obra de tus manos.» Que estas palabras nos llenen de esperanza y nos animen a buscar y vivir el propósito que Dios tiene para cada uno de nosotros en Cristo Jesús.