Las 4 dimensiones del amor de Dios
Efesios 3:14-21
El amor que excede a todo conocimiento es el título de este pasaje. El amor de Dios es un amor inigualable, sin medidas ni límites. Nosotros amamos a nuestra familia, a nuestra pareja, y les decimos que los amamos con todo el corazón, pero llega el momento en que ese amor requiere una prueba, y a menudo salimos descalificados porque ese amor tiene un límite. Como seres humanos, mortales, nuestro amor es finito y limitado.
Pero el amor del cual Pablo habla en estos versículos excede y sobrepasa todo conocimiento. Hace un momento les comentaba que la salvación es un regalo, no cuesta nada, pero no es barata porque tiene un precio: la vida de un ser inocente, de un hombre que derramó en la cruz hasta la última gota de su sangre.
San Juan 3:16 es el centro del evangelio. Usted no daría a su propio hijo para salvar a dos o tres personas; yo no lo haría, no podría ver que lo martiricen, que lo maten. Pero la Biblia dice que Dios entregó a su Hijo por toda la humanidad, para que usted y yo fuéramos salvos.
¿Por qué nos amó Dios? ¿Qué teníamos que ofrecer a Dios? Absolutamente nada, pero Él quiso que su Hijo muriera por nosotros, y aun así lo despreciamos, como dice el profeta Isaías (Isaías 53:3).
Él sabía que lo íbamos a despreciar, y aun con todo y eso, Él tenía la visión de levantar un pueblo para hacerlo exclusivamente de Él. Ese es el reflejo del amor: que Él quiso amarnos. Ojalá que sepamos valorarlo.
Eso es lo que el apóstol Pablo hablaba con los hermanos de Éfeso. No oraba porque los hermanos fueran librados de la enfermedad ni del peligro, sino para que ese pueblo tuviera el conocimiento del amor profundo de Dios, para que nos fuera revelada la profundidad de ese amor.
Si nosotros tuviéramos el pleno conocimiento y revelación del amor de Dios, viviríamos de una forma diferente. Aquel que ha experimentado genuinamente el amor de Dios en su vida jamás se podrá apartar de Él.
Riquezas de Dios
Una de las riquezas que Dios nos puede dar es ser fortalecidos con poder en el hombre interior por su Espíritu. Pablo deseaba que los Efesios no se dejaran envolver por las cosas triviales que abundaban en esa ciudad. Había un peligro inminente de que se contaminaran con las costumbres de aquel tiempo.
A veces en nosotros existe una bipolaridad: a veces estamos arriba y a veces abajo. Así estaban los Efesios, que eran llevados por la corriente del mar. Pablo oraba para que ellos estuvieran firmes, sin importar nada, críticas, inmadurez, que cualquier cosa no los hiciera abandonar el camino. Si a nosotros nos pasara lo mismo que a Pablo, ser encarcelados, azotados, naufragar, no sé si aún estaríamos aquí.
Hay dos palabras griegas para definir «habitar». Una de ellas significa habitar permanentemente. De esto está hablando Pablo cuando dice «que habite Cristo por la fe…» No debe ser alguien pasajero; Cristo debe estar permanentemente en nuestra vida para que estemos firmes y nada nos mueva, como la palmera que crece en el desierto, se dobla pero no se quiebra porque sus raíces están bien cimentadas. Así nosotros, cuando viene un problema, si nuestras raíces están bien cimentadas, nada ni nadie nos puede quebrar. No somos volubles, no estamos desanimados y luego animados; estaremos siempre cimentados.
Efesios 3:18
Cuando habla de los santos, no se refiere a ídolos, sino a gente apartada para Dios, no en el concepto de perfección, sino en el proceso de santificación. Este cuerpo el Señor lo lleva de proceso en proceso hasta que Él viva a través de nosotros. En ese mismo versículo habla sobre cuatro categorías del amor de Dios, que según el comentarista bíblico Mathew Henry tienen esta aplicación:
- Anchura: Abarca todas las naciones, toda lengua, todo linaje. Donde quiera que haya un ser humano, ahí está el amor de Dios. A ningún lado podemos huir del amor de Dios; está en todos los rincones del planeta.
- Longitud: Va de la eternidad a la eternidad. No hay una caducidad. Nos ama tanto que nos fue a preparar un lugar allá en el cielo; quiere vernos reunidos a la mesa. La mesa está lista, el banquete está listo. No hay un límite para el amor de Dios, no podemos agotar Su paciencia. Él es paciente para con nosotros y no quiere que ninguno se pierda (2 Pedro 3:9).
- Profundidad: Abarca la salvación de todos los que están sumidos en la miseria espiritual. Así como no se puede conocer a plenitud las profundidades de la tierra, así no podemos conocer la profundidad del amor de Dios.
- Altura: Representa su elevación hasta el tercer cielo, como la que experimentó el apóstol Pablo cuando fue llevado en un éxtasis y le fueron mostradas cosas que no alcanza la mente humana a comprender (2 Corintios 12:2-4).
El amor de Dios es grande. No solamente perdona pecados, sino que hay cosas más abundantes, un futuro glorioso con calles de oro y mar de cristal. Por eso Pablo les decía a los Efesios: pongan su mirada en las cosas de arriba, no se amolden a las costumbres de este mundo (Colosenses 3:2).
Nosotros nos materializamos tanto que perdemos la visión de las cosas eternas que tenemos en Cristo.
Efesios 3:20-21
Pablo habla del complemento, del Pleroma de Dios, que lleguemos a ese nivel de estar completos en el amor de Dios, para que comprendamos las cuatro dimensiones del amor de Dios. Fue tan profundo que nos sacó de lo más vil y nos sentó en lugares celestiales.
Romanos 8:28-39
Nada nos podrá separar del amor de nuestro Dios, ni lo presente, ni lo que viene, ni lo oculto, ni lo revelado. Nada ni nadie nos podrá separar. La enfermedad nos ha visitado, mi cuerpo se deteriora cada día más. Este cuerpo de 60 años, pero estoy consciente de que mi espíritu se renueva cada día más para con el Señor.