Desarrollo Espiritual

Mantén encendido el fuego de tu altar

Puedes escuchar más de este tema en este episodio de nuestro podcast:

Los altares en el Antiguo Testamento eran más que simples lugares de sacrificio; eran sitios donde los primeros patriarcas se encontraban con el Dios viviente y establecían pactos con Él. Desde Noé hasta Moisés, estos altares representaban la fe, la obediencia y el agradecimiento.

  • Noé (Génesis 8:20) levantó un altar después del diluvio como acto de agradecimiento.
  • Abraham (Génesis 12:7; 22:9) erigió varios altares para marcar su fe en las promesas de Dios, incluso cuando estuvo dispuesto a sacrificar a su hijo Isaac.
  • Jacob (Génesis 35:1-7) edificó un altar como recordatorio de su pacto con Dios tras una poderosa visión en Betel.

En la cotidianeidad de nuestras vidas, ¿Dónde levantamos nosotros nuestros “altares”? Ya no es en forma de piedras, sino en momentos de oración, devoción, alabanza y agradecimiento. Recuerda que nuestros encuentros con Dios deben ser constantes, y cada uno de ellos puede ser un “altar” en nuestro corazón.

Con el tiempo, Dios llevó a Su pueblo de ese tipo de altares individuales a la adoración en un lugar central: el Tabernáculo. Este lugar, descrito en Éxodo 25-27, era donde la presencia de Dios habitaba y donde el pueblo ofrecía sacrificios constantemente. Luego, el Templo de Jerusalén, construido por el rey Salomón, tomó ese lugar como el centro «permanente» de la adoración en Israel (1 Reyes 6).

Sin embargo, con la venida de Jesús, todo eso cambió para siempre. Ya no necesitamos un edificio físico para acercarnos a la presencia de Dios. Jesús es ahora nuestro Templo, como dijo en Juan 2:19-21, y Su sacrificio en la cruz cumplió de una vez y para siempre todo el antiguo sistema sacrificial (Hebreos 10:10-12).

Gracias a Jesús, ya no necesitamos altares físicos de piedra, porque Dios habita en nosotros a través del Espíritu Santo. Somos templos vivos donde la presencia de Dios mora. ¿Estás viviendo, amado lector, con esta conciencia diaria de que Dios está contigo 24/7?

El apóstol Pablo le escribe a su discípulo Timoteo en 2 Timoteo 1:6, animándolo a avivar el fuego del don de Dios que estaba en él. Así como el fuego del altar en el Tabernáculo nunca debía apagarse, el fuego espiritual que Dios encendió en cada uno de nosotros también necesita ser avivado continuamente.

Este fuego no se mantiene por sí solo. Requiere oración, estudio de la Palabra, obediencia y servicio. 2 Timoteo 1:7 nos recuerda que Dios no nos ha dado un espíritu de cobardía, sino de poder, amor y dominio propio.

¿Mi amado lector, estás metiendo “leña” a tu fuego espiritual? ¿Cómo estás alimentando tu relación con Dios? No podemos depender de experiencias viejas, de unciones pasadas; debemos avivar el fuego cada día.

1 Corintios 6:19 nos recuerda que somos templos del Espíritu Santo. En el pasado, el fuego físico en los altares debía mantenerse encendido; hoy, ese fuego espiritual arde dentro de nosotros, y somos responsables de mantenerlo vivo.

No es solo nuestra responsabilidad personal, también somos parte del cuerpo de Cristo, la Iglesia. Juntos, como congregación, debemos avivar el fuego del Espíritu Santo. Como altares vivos, nuestra vida entera debe ser una ofrenda continua a Dios.

¿Estás hoy por hoy, viviendo como un altar vivo? ¿Estás presentando tu cuerpo como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios, como nos dice Romanos 12:1?

El apóstol Pablo le advirtió a Timoteo que no dejara que el fuego del Espíritu se apagara. Hoy en día, podemos caer en la trampa del desánimo, las distracciones o el pecado, que pueden sofocar nuestro fervor espiritual con el que servimos al Señor.

En 1 Tesalonicenses 5:19, se nos advierte: «No apaguéis al Espíritu.» Es fácil que, en medio de los desafíos, descuidemos nuestra vida espiritual. Pero es precisamente en los momentos difíciles cuando debemos avivar más que nunca el fuego de Dios.

Dios ha encendido un fuego en cada uno de nosotros los creyentes, y es nuestra responsabilidad mantenerlo vivo. En 1 Pedro 2:9, se nos llama a ser real sacerdocio. Como los sacerdotes del Antiguo Testamento, estamos encargados de cuidar el fuego del Espíritu en nuestras vidas, mantenerlo vivo TODOS LOS DÍAS. Si sientes que se ha apagado o debilitado, no te desanimes. Dios está listo para encenderlo de nuevo si le permites actuar en tu vida, ¡deja que con su soplo de vida venga sobre ti!

Dios te ha llamado a ser un altar viviente. Haz un compromiso de mantener encendido el fuego de Su Espíritu en ti, alimentándolo con obediencia y comunión todos los días de tu vida.

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

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