Desarrollo Espiritual

Sal de tu zona de confort

El peligro de la comodidad

Aprende más de este tema en este episodio de nuestro podcast:

«El Señor afirma los pasos del hombre cuando le agrada su modo de vivir» (Salmo 37:23).

Si algo debemos tener claro en esta senda del evangelio, es que la vida cristiana no es un llamado a la pasividad, a lo monótono ni a la rutina. Es un desafío diario a caminar en fe, incluso cuando no entendemos del todo el camino. Sin embargo, a veces nos encontramos estancados en nuestra zona de confort, ese espacio donde todo parece estar seguro y bajo nuestro control. Pero, sabes, esa comodidad puede convertirse en una trampa, como un agua que se estanca, al momento se ve limpia pero al paso del tiempo se vuelve sucia y s hasta podrida.

Dios nunca nos diseñó para quedarnos estancados. Mira la historia de Abraham: él tuvo que dejar su tierra, su casa y su gente, sin saber a dónde iba, en plena incertidumbre (Génesis 12:1). Moisés, quien probablemente preferiría cuidar ovejas en el desierto cómodamente, fue enviado de vuelta a Egipto para enfrentar al faraón (Éxodo 3:10-12). También los discípulos dejaron todo lo que conocían por seguir a Jesús (Mateo 4:19). Ninguno de ellos estaba cómodo en el cumplimiento de su propósito, pero absolutamente todos experimentaron cómo la gracia de Dios los sostuvo durante toda su vida.

¿Te has detenido a pensar si la comodidad que te rodea está frenando los planes que Dios tiene para ti? Jeremías 29:11 nos recuerda que los planes de Dios son de planes de bienestar, no de calamidad; son planes de esperanza y futuro glorioso para nosotros, sus hijos.

Cuando Dios nos llama al ministerio, lo primero que hacemos muchas veces es resistirnos. Somos expertos en excusas, como: “No tengo tiempo,” “No estoy listo,” “¿Y si me equivoco?” y las excusas no son para nada nuevas. Moisés, hace miles de años las usó diciendo: “¿Quién soy yo para ir al faraón?” (Éxodo 3:11). Jeremías también, por su parte, dijo: “Soy muy joven” (Jeremías 1:6). Y de Jonás ya ni hablamos, en lugar de obedecer, huyó al lado contrario.

¿Por qué somos así? ¿Por qué ponemos tantos peros? Pues porque las excusas nos hacen sentir protegidos del miedo: el miedo a fracasar, al rechazo o simplemente al cambio. Pero como siempre he dicho: Dios no busca perfección; Él busca disposición. 2 de Corintios 12:9 nos dice: “Mi poder se perfecciona en la debilidad.” Tus excusas y las mías no son un problema para Dios; pero nuestra disposición, sí.

¿Qué tan dispuesto estarías a confiar más en las promesas de Dios que en tus propios temores?

Todo gran cambio siempre comienza con un pequeño paso. Lo difícil de dar ese primer paso es que nos lleva a lo desconocido, a lo incómodo. Pero ahí es donde ocurre el milagro. Acuérdate de Pedro: caminó sobre el agua hacia El Señor Jesús (Mateo 14:28-29). Fue simplemente un acto de fe, no se puso a pensar si las leyes de la física se lo iban a permitir o no.

Animarnos a dar el primer paso es una declaración de poder, es como decirle: “Señor, no sé cómo, pero confío en Ti.” Salmo 37:23 dice que Dios afirma los pasos de quienes confían en Él. Pero fíjate que habla de pasos, no de quedarse estático o todo estancado.

¿Qué primer paso te está pidiendo El Señor? Tal vez es reconciliarte con algún familiar, iniciar un nuevo proyecto o volver a tus tiempos de comunión con Él. Sea lo que sea, hazlo con la certeza de que Él te guía, que Él va estar ahí pasito a pasito, cerquita de ti, como un Padre cuidando a su hijo que recién aprende a andar en bicicleta.

Cuando decides salir de tu zona de confort, algo extraordinario sucederá: Dios abrirá caminos donde antes no había. Recuerda cuando la Biblia habla de el cruce del río Jordán (Josué 3). El agua no se detuvo hasta que los sacerdotes mojaron sus pies en el río. ¿Te imaginas si hubieran esperado a que el río se abriera primero? Nunca habrían cruzado, ahí hubieran perecido.

Los milagros y las señales nunca deberían ser el punto de partida, sino que son el resultado de la obediencia del creyente. Romanos 8:28 nos recuerda que todas las cosas obran para bien cuando amamos a Dios. Tu fe y tus pasos de obediencia pueden ser el medio por el cual Él no solo transforme tu vida, sino también bendiga a quienes te rodean, tu familia, amigos, compañeros, hermanos en Cristo.

Cuando obedeces y sales de tu zona de confort, no solo eres bendecido; también impactas a los demás, en la cotidianidad de tu vida. David enfrentó a Goliat no solo por él mismo, sino para liberar a todo el pueblo de Israel (1 Samuel 17). ¿Sabes a cuántas personas podrías impactar y bendecir si sales del estancamiento?

Además, tu fe crece con cada paso que das. Romanos 5:3-5 dice que las pruebas producen paciencia, carácter y esperanza en nuestro corazón. En otras palabras, cada desafío que enfrentas fortalece tu confianza en Dios y te acerca más a Su propósito.

Mi amado lector, Dios te está llamando a más. Tal vez te sientes incapaz, asustado o lleno de dudas. Pero recuerda: la fe no significa que no tengas miedo; significa que decides avanzar a pesar del temor. Filipenses 1:6 dice: “El que comenzó en ustedes la buena obra, la perfeccionará hasta el día de Cristo Jesús.” Y soy fiel creyente de esto, porque lo he venido experimentando en todos estos años con el Señor.

Hoy es el día para dejar atrás las excusas, salir de la barca como Pedro y dar ese primer gran paso de fe. Confiemos en que Dios está con nosotros y que Su poder se manifestará en nuestra debilidad.

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

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