Desarrollo Espiritual

Los 400 Años de Silencio: ¿Qué Hacía Dios en el Silencio?

El Silencio No Significa Ausencia

La historia de los 400 años de silencio, es ese período entre el último mensaje del profeta Malaquías y el anuncio del nacimiento de Cristo, un tiempo misterioso, donde Dios no habló, al menos escrituralmente no hubo evidencia, la humanidad quedó sola, sin revelación. Sin embargo, sabemos por fe que Dios nunca estuvo ausente, sino que Él sabe trabajar en silencio, estaba acomodando todo el escenario para la llegada del Mesías. Este tiempo no fue un vacío accidental, sino un intervalo de 4 siglos cuidadosamente diseñados por El Padre para cumplir su plan redentor hacia nosotros.

En Malaquías 4:5-6, Dios dejó una promesa hermosa, enviaría al profeta Elías antes de que llegara el «día grande y terrible del Señor».  Este largo período de silencio nos recuerda que, aunque Dios no siempre hable de manera visible o audible, Él sigue actuando en nuestra historia. La llegada de Juan el Bautista, anunciado siglos después, rompió ese silencio y le confirmó al ser humano, una vez más, que Dios nunca olvida sus promesas.

En nuestras propias vidas, puede haber momentos en los que sentimos que Dios guarda silencio para con nosotros. Es más, pudiera parecer que nuestras oraciones no tienen respuesta y que no pasan del techo, que nuestras luchas no tienen sentido alguno, hasta que nuestra vida en el ministerio carece de propósito. Pero al igual que en esos 400 años, El Padre sigue trabajando en el fondo, tras bambalinas, preparando algo que seguramente va trasformar nuestro atormentado presente.

Durante este período de 4 siglos, las naciones y culturas cambiaron mucho. Los judíos pasaron de ser pastores cautivos en la nación de Babilonia a comerciantes en un mundo que estaba influenciado por los griegos y luego por los romanos. Nacieron los grandes filósofos griegos con sus respectivas escuelas de pensamiento, que trataban a toda costa de traer respuestas a esta humanidad. El avance del idioma griego permitió que las Escrituras se tradujeran del hebrero al griego, precisamente, dando lugar a la versión de la Biblia conocida como: La Septuaginta, facilitando que el mensaje del Evangelio alcanzara a muchas más personas.

Esos 400 años de silencio también fueron un tiempo de decisión. Aunque algunos judíos buscaron a Dios con sinceridad de corazón, muchos otros cayeron en la pasividad y el conformismo (¿te suena familiar a estos tiempos?) o se desviaron hacia la religiosidad. Surgieron entonces algunos grupos como los saduceos, herodianos, fariseos, obsesionados con las tradiciones humanas, y adaptados a lo secular.

¿Qué podemos hacer cuando parece que Dios guarda silencio en nuestra vida? ¿Nos rendimos a la desesperación o debemos ferrarnos con fe a Sus promesas? Salmos 27:14 nos dice: «Espera al Señor; esfuérzate y aliéntese tu corazón; sí, espera al Señor». En el silencio de Dios, somos desafiados a decidir si confiaremos en su soberanía o en nosotros mismos, con todo y sus consecuencias.

Cuando finalmente se rompió el silencio de los 400 años, Dios lo hizo de la manera más inesperada: con un bebé llorando en un humilde pesebre. Jesús, el Mesías prometido en Isaías 9, no llegó como un rey conquistador, lleno de gloria terrenal y fanfarrias, sino como un humilde siervo. Los caminos de Dios definitivamente nos más altos que los nuestros (Isaías 55:8-9) Pues su pueblo no lo esperaba en la forma en que vino. Jesús cumplió cada promesa y rompió cada barrera de incredulidad y separación entre Dios y el hombre.

Así como los judíos esperaron 4 siglos para escuchar la voz de Dios nuevamente, nosotros hoy esperamos el regreso de nuestro Mesías, que vuelva otra vez, esta ocasión por nosotros en el gran evento que impactará a la humanidad. Mientras tanto, vivimos en un mundo donde muchos aún no han abierto los ojos a la verdad del Evangelio, otros más ya conocieron pero le dieron la espalda, pero nosotros, su remanente, sabemos que su plan se cumplirá en el tiempo perfecto.

Si sientes que estás atravesando un período de silencio en tu vida, recuerda que el silencio de Dios no significa ausencia. El Señor está trabajando, preparando algo en ti y para ti que traerá gloria a su nombre, está esperando el momento en que nos volvamos a Él con todo el corazón. Vuélvete a esos momentos de lectura y estudio en su Santa Palabra, así como los judíos debieron haberlo hecho en esos tantos años de espera, pero no lo hicieron. Pregúntate en este momento, mientras me lees: ¿Estoy buscando a Dios en medio del silencio o me estoy amoldando a este mundo?

Mantengamos nuestros ojos en Jesús, el autor y consumador de nuestra fe, mientras la gente del mundo vive su vida sin filtro y desenfreno, recuerda que Él no está aguardando a que corramos a las profundidades, al Río de su Espíritu Santo.

William Velázquez Valenzuela

Amante de la escritura, la educación, la tecnología y su impacto positivo para extender el reino de Dios. Un poco de locutor y otro poco de teólogo.

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