Identidad en Cristo, somos Hijos y herederos

“El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con Él, para que juntamente con Él seamos glorificados.” Romanos 8:16-17
En nuestra sociedad, la identidad es algo que muchos buscan constantemente. Nos etiquetamos por nuestras carreras, nuestras habilidades, nuestras relaciones o incluso por nuestros errores y fracasos. Sin embargo, como cristianos, nuestra identidad no está determinada por lo que hacemos o por lo que hemos vivido, sino por lo que Dios dice de nosotros.
Cuando aceptamos a Cristo, nos convertimos en hijos de Dios. Esa es nuestra identidad principal: somos hijos e hijas del Rey. Esta verdad cambia todo en nuestras vidas, desde cómo nos vemos a nosotros mismos hasta cómo enfrentamos los desafíos del mundo.
1. Hijos de Dios por adopción
Uno de los mayores regalos que Dios nos ha dado es el privilegio de ser llamados hijos suyos. La Biblia nos enseña que, al aceptar a Jesús como nuestro Salvador, somos adoptados en la familia de Dios. Esto significa que ya no somos forasteros o extraños, sino parte de la familia divina.
¿Vivo como alguien que entiende que es hijo de Dios, o me veo a mí mismo solo como un seguidor de Cristo sin esa conexión cercana?
Efesios 1:5 – “En amor nos predestinó para ser adoptados hijos suyos por medio de Jesucristo, según el puro afecto de su voluntad.”
Dios no solo nos ha salvado; nos ha adoptado como hijos. Esta adopción es un acto de amor y gracia. No es algo que hayamos ganado, sino algo que Dios, en su amor infinito, decidió darnos. Este conocimiento debe darnos seguridad en quiénes somos.
2. Coherederos con Cristo
No solo somos hijos, sino también herederos. En el mundo natural, ser heredero implica recibir algo valioso cuando los padres ya no están. En el reino de Dios, ser heredero significa que participamos en las bendiciones, la autoridad, y la gloria que Cristo tiene. Somos coherederos con Cristo de todo lo que Dios ha prometido.
Gálatas 4:7 – “Así que ya no eres esclavo, sino hijo; y si hijo, también heredero de Dios por medio de Cristo.”
Ser coherederos con Cristo significa que todo lo que le pertenece a Él, nos pertenece a nosotros también. Esto no se refiere solo a las bendiciones materiales, sino a la vida abundante en Cristo, a la victoria sobre el pecado, y al acceso a la presencia de Dios.
3. La verdadera identidad en Cristo no depende del mundo
A menudo, el mundo nos quiere definir por nuestras habilidades, apariencia, o por nuestros errores. Sin embargo, la Biblia nos enseña que nuestra verdadera identidad está en Cristo. No importa lo que otros digan de nosotros, lo que realmente importa es lo que Dios dice. Él nos llama hijos, amados, escogidos y valiosos.
¿Qué etiquetas he permitido que el mundo o las personas a mi alrededor pongan sobre mí? ¿Qué dice Dios sobre mi identidad que contradice esas etiquetas?
1 Pedro 2:9 – “Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de aquel que os llamó de las tinieblas a su luz admirable.”
El mundo puede decir que no valemos mucho o que no tenemos importancia, pero Dios nos ha llamado Su especial tesoro. Debemos recordar esto cada día y vivir conforme a esta verdad.
4. Vivir como hijos de Dios
Saber que somos hijos e hijas de Dios debería afectar cómo vivimos cada día. No vivimos como los demás, porque no somos como los demás. Somos parte de la familia de Dios. Esto significa que debemos vivir como hijos de un Rey: con dignidad, con propósito, y buscando agradar a nuestro Padre celestial.
¿Cómo puedo vivir cada día reflejando mi identidad como hijo de Dios? ¿Qué cambios necesito hacer en mi vida diaria para vivir conforme a mi herencia celestial?
1 Juan 3:1 – “Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a Él.”
La grandeza del amor de Dios se refleja en el hecho de que Él nos llama hijos. Este amor debería motivarnos a vivir una vida que lo refleje y que muestre al mundo quiénes somos y a quién pertenecemos.
Nuestra identidad en Cristo es la base de nuestra vida como cristianos. No somos definidos por el mundo ni por nuestras circunstancias, sino por Dios. Somos hijos de Dios, adoptados en su familia y herederos de sus promesas. Este conocimiento nos da propósito, seguridad y nos llama a vivir una vida que refleje nuestra verdadera identidad.